Juega conmigo al gato & al ratòn. Si le pido "Quedate un poco màs"se viste & se va ~ ♪


No estabas ahí, nunca estabas. Lo querías todo aunque no era lo justo te di mi vida te di mi todo no estabas ahí. Me dejaste caer

viernes, 18 de febrero de 2011

Al fin volvio el alma a mi cuerpo. Lo estaba pidiendo a gritos, ahora si estoy sientiendo lo que quería sentir. Ahora me levanto y tengo una razón para existir, para seguir viviendo. Mi cuerpo me pedía escapar, salir corriendo. No había nada en lo absoluto para seguir en este mundo. Quizas nadie pueda entenderlo, pero no lo aguantaba. Una sensación vacia dentro de mi me pedia volar, irme lejos no volver.  Cuando todo me salía mal, cuando perdia el amor de esa persona incondicional y encontraba la decepcion en mi famila por mi .. por ser asi, por ser como soy. Yo si sentí el dolor de perderlo todo, de sentirme sola. Hasta que empeze a despreocuparme y a disfrutar cada momento en los que podía sonreir .. Y asi pasaba TODO el tiempo, buscando en ellas (mis amigas) toda la felicidad que necesitaba. Y gracias a ellas sentía que recuperaba la esencia de mi vida. Y asi fue … Me sentía tan bien, que mi cara de orto se reemplazaba por una amplia sonrisa y ahí recupere la buena onda con todos. Mi vida estaba volviendo, era yo hace dos años como antes de conocerlo a él.  Iba todo tan perfecto que ya me parecía raro, pensaba que iba a volver a caer .. Pero de echo, me equivoque. El volvió, él esta conmigo. Compartiendo mi mejor momento, va y viene. Nada en serio. Y ahora se me ve, con una sonrisa feliz de verdad, teniendo un millón de motivos para cagarme de risa. Soy tan feliz que hasta puedo llorar solo de felicidad.

Va a ser fácil, me dije, bastará conque ponga todas mis fuerzas en ello. Buscar, recordando, hurgando, hasta encontrar el momento en que éramos felices, y entonces... con sólo dar un paso o dos hacia atrás y detenerme justo allí, todo podría salvarse. —¿Te das cuenta de que explotas por cualquier cosa? Todo te viene bien para hacer un escándalo. Recriminas, te pones a llorar...
Oigo tu voz, una voz áspera, de tono admonitorio, la voz de un fiscal severo e implacable; la voz de alguien que... no sé, no me atrevo a decir la pala¬bra, pero no encuentro otra... "de alguien que odia", sí, odia. —¿Me odias? —te pregunto. 
No te hagas la dramática. ¿Qué tendría que preguntarte yo, entonces? —Lo que quieras preguntar. Pero no preguntas, no. Por supuesto. Se trata de meter el dedo en la llaga, no de ayudar a que la llaga se cure. Se trata de sacudirte las culpas y echármelas encima (la culpa de mi tristeza, la culpa de tu tristeza, la culpa de que el pan se nos vuelva ácido en la boca, y un soplo de frío convierta en estatuas de hielo las palabras que se apretujan en la garganta), dejarlas caer sobre mí, que rondo por mi interior sin encontrar una brizna de voluntad para hacer aunque sea el movimiento reflejo de "devolverte la pelota". Las lágrimas salen, ruedan, me corren por el cuello y mojan mi pelo, la almohada. Mis ojos lloran de memoria.¿Por qué las lágrimas salen de los ojos si yo las siento en el medio del pecho, son eléctricos estremecimientos? Tendrían que brotarme del medio del pecho, como un surtidor. Y a lo mejor vendría una bandada de gorriones a beberías, todos trinando, alegres pajaritos grises... y algunos traerían flores en el pico, nomeolvides celestes, jazmines del país, tréboles de cuatro hojas... Pero no. Mi llanto no atrae a los pájaros, no humedece corolas, sólo se pierde absorbido por la tela de la funda. ¿Cómo diablos llegamos a ésto? Imposible explicarlo. Nuestra felicidad ha sido siempre como un rondar alrededor de este abismo. Por jardines, paraísos domésticos, cotidianos. .. siempre tratando de mantenernos alejados del precipicio. Y de repente, un gesto, una palabra, nos empuja, nos hace rodar y rodar interminablemente, zozobrando, sin tocar nunca el fondo, ¿es que hay todavía un trecho más para bajar? Quisiera gritar, aullar, que te rompa los tímpanos mi quejido de animal herido. Quisiera asombrar tu horror con una exageración que no encuentro. Pegarte. Clavarte un cuchillo. Hacerte despertar.No se te ocurre acercarte, tocarme la cabeza con la punta de los dedos, la nariz con tu pañuelo, decirme "bueno, bueno", mientras arranco de mí los restos del llanto, los arrojo en sollozos, y dejo caer mi cabeza sobre tu pecho para que me calmes igual que a un niño asustado. —Ya no te quiero —musitás, tan despacio, que más que oírte mi cuerpo es el que adivina las palabras —. Es muy difícil quererte —tratás de corregir, pero es tarde. Sin embargo me aferró a la última frase, salto hacia atrás, me derrumbo por un vacio en el que floto, floto... mis movimientos son como de aire, quiero borrar lo que dijiste antes, borrar, borrar, "ya no te quiero", borrar esas palabras y este día atroz, detenerme en un momento en el que éramos felices... Pero no, tu frase, como una gota de tinta, lo ha enturbiado todo. Todo está en mí. Bullente, vivo, todos los acontecimientos de mi vida están dentro de mí, y la tinta cayó en el recipiente y, aunque levemente, le quitó la transparencia a la alegría. Una gota de tinta. Ya no puede lavarse. Se ha disuelto en mi sangre. La llevaré hasta el último aliento. "Ya no te quiero". Podrás decirme que no lo sentías, que fue por rabia, que... Pero ya está en mi sangre. En el colmo de mi rabia, en el colmo de mi desesperación, yo hubiera querido matarte, herirte, oírte suplicarme cariño. A veces, en el colmo de mi rabia, te odié. Pero nunca, nunca, sentí que ya no te quería. Te he gritado las cosas más absurdas, los insultos más explosivos. Pero nunca te grité, ni te dije, ni te murmuré: ya no te quiero! Ni siquiera pensé alguna vez que ya no te quiero. Todo, todo lo hubiera perdonado. Las soledades en las que me sumergís cada tanto, los celos absurdos (que terminan por enorgullecerme), los chispazos de hastío, la inaguantable terquedad. Esto no. —Es muy difícil quererte —repetís, muy fuerte, pero solamente es un remiendo. Por más que le agregues agua limpia al vaso, sólo obtendrás un poco más de agua turbia. Fue una gota de tinta, ¿sabes?, pero no puede lavarse, se ha disuelto en mi sangre. La llevaré hasta el último aliento.